lunes, 14 de julio de 2014

Para pararse y pensar


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Os dejo con una reflexión de Jorge Bucay, que espero que os guste y os haga pensar.
Feliz comienzo de semana.

"Me acuerdo siempre de esta escena:
Mi primo, mucho más chico que yo, tenía tres años. Yo tenía uno doce...
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Estábamos en el comedor diario de la casa de mi abuela. Mi primito vino
corriendo y se llevó la mesa por delante. Cayó sentado de culo en el
piso llorando.

Se había dado un golpe fuerte y poco después apareció un chichón en la frente.
Mi tía que estaba en la habitación corrió a abrazarlo y mientras me pedía que
trajera hielo le decía a mi primo: Pobrecito, mala la mesa que te pegó, chas
chas a la mesa..., mientras le daba palmadas al mueble invitando a mi pobre
primo a que la imitara... Y yo pensaba: ¿...? ¿Cuál es la enseñanza? La
responsabilidad no es tuya que eres un torpe, que tienes tres años y que no
mirás por dónde caminás; la culpa es de la mesa. La mesa es mala.


Yo intentaba entender más o menos sorprendido el mensaje oculto de la mala
intencionalidad de los objetos. Y mi tía insistía para que mi primo le pegara a
la mesa...
Me parece gracioso como símbolo, pero como aprendizaje me parece siniestro:
tú nunca eres responsable de lo que hiciste, la culpa siempre la tiene el otro,
la culpa es del afuera, tu no, es el otro el que tiene que dejar de estar en tu
camino para que no te golpees...
Tuve que recorrer un largo trecho para apartarme de los mensajes de las tías
del mundo.

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Es mi responsabilidad apartarme de lo que me daña. Es mi responsabilidad
defenderme de los que me hacen daño. Es mi responsabilidad hacerme cargo
de lo que me pasa y saber mi cuota de participación en los hechos.
Tengo que darme cuenta de la influencia que tiene cada cosa que hago. Para
que las cosas que me pasan me pasen, yo tengo que hacer lo que hago. Y no
digo que puedo manejar todo lo que me pasa sino que soy responsable de lo
que me pasa porque en algo, aunque sea pequeño, he colaborado para que
suceda. Yo no puedo controlar la actitud de todos a mi alrededor pero puedo
controlar la mía. Puedo actuar libremente con lo que hago. Tendré que decidir
qué hago. Con mis limitaciones, con mis miserias, con mis ignorancias, con
todo lo que sé y aprendí, con todo eso, tendré que decidir cuál es la mejor
manera de actuar. Y tendré que actuar de esa mejor manera. Tendré que
conocerme más para saber cuáles son mis recursos. Tendré que quererme
tanto como para privilegiarme y saber que esta es mi decisión. Y tendré,
entonces, algo que viene con la autonomía y que es la otra cara de la libertad: el coraje.

Tendré el coraje de actuar como mi conciencia me dicta y de pagar el
precio. Tendré que ser libre aunque a vos no te 
guste. Y si no vas a quererme
así como soy; y si te vas a ir de mi lado, así como soy; y si en la noche más
larga y más fría del invierno me vas a dejar solo y te vas a ir... cierra la puerta,
¿ves? porque entra viento.
Cierra la puerta. Si esa es tu decisión, cierra la
puerta. No voy a pedirte que te quedes un minuto más de lo que tu quieras.
Te digo: cierra la puerta porque yo me quedo y hace frío. Y esta va a ser mi

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decisión.


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