viernes, 23 de agosto de 2013

CUESTION DE PRIORIDADES

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Ayer fue un dia feliz, con un biquini y tomando “carreta y toalla” nos presentamos en la playa para disfrutar de un dia de sol, y por supuesto con una de las mejores compañías que se puede tener: un amor .



Y allí, como una y mil veces me di cuenta de lo poco que se necesita para ser completamente feliz, y de que privilegiados somos al darnos cuenta de ello.




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También supe, cuando estábamos comiendo una mariscada (un lujo para nosotros que hacemos cada dos años) y oíamos a los empresarios de la mesa de al lado hablando de negocios y de cifras escandalosas, 6 millones de euros, y cerrando negocios y tratos, hay supe que había elegido bien, que había elegido estar contigo “amor” que esa es una de las máximas prioridades en mi vida, ser feliz, ganar menos dinero, pero ser feliz, eso, básicamente; y cuando un empresario le dijo a otro: “disfruta de la vida, trabaja menos, que tienes cincuenta y tantos años”, lo ratifiqué.



Y me acorde de este precioso cuento que espero que os encante, os haga pensar , y os venga a la memoria en momentos como los que vivi ayer, en los que ganar millones de euros no es una prioridad, sino vivir la vida, disfrutarla y darse cuenta de ello:


“Llego a un pueblo de la costa, un adinerado extranjero, respetado por los máximos inversores de la bolsa de Wall Street. El neoyorquino que disfrutaba de unas vacaciones intentado superar la angustia y el estrés que lo atenazaban, vio llegando al puerto una barquita con un marinero que venia silbando y sonriendo. En sus redes llevaba varios pescados dispuesto a venderlo en la lonja.


El ejecutivo norteamericano le pregunto que que pensaba hacer tras vender el pescado, a lo que el hombre del mar contesto que reunirse con sus mujer, jugar con sus hijos, tomar un café con los amigos y pasear. Entonces, el hombre de negocios, hiperactivo y consumidor de su tiempo, le indico que seria mucho mejor que trabajase mas horas, vendiera mas pescado, comprara un barco mas grande, embarcara a otros marineros, generara una flota de barcos y cotizara en bolsa. Aclarandole que esta vorágine duraría unos veinte años, pero que seria rico, rico.

El marinero perplejo le preguntó: “¿Y después?”.
El ejecutivo concluyo que después podría retirarse a un pueblo de la costa y disfrutar plenamente de los amigos , de la familia, de la tertulia y de la siesta.
El pescador, perplejo, se despidió sentenciando: “Eso ya lo tengo ahora”.


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